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Redefiniendo la Psicagogia para su operativa en Occidente en el Mundo Actual

J. Diego Carro

Aunque hablemos frecuentemente de la nueva era de la comunicación y de la información, en la cultura occidental seguimos inmersos en plena era industrial y, no nos engañemos, la cultura occidental ha llegado a lugares tan “orientales” como China. La era industrial se basa en la producción; si no hay producción literalmente se para la máquina y, por tanto, el empleo y el bienestar tal y como lo entendemos o nos han hecho entender. Esa producción sin medida nos lleva a la necesidad de empujar a las masas al consumo y al marketing. El marketing, utilizando en demasiadas ocasiones de la manera más salvaje y desvergonzada todas las técnicas imaginables de manipulación, ha conseguido hacernos creer que no somos lo que somos, sino lo que los demás piensan de nosotros (o, lo que es peor, lo que pensamos que piensan de nosotros). Hemos llegado a ser lo que el marketing ha querido que seamos. La educación no escapa a esta locura. La educación actual se basa en el desarrollo de competencias; se trata de tener cada vez más competencias, es decir, ser competente para hacer cosas que nos lleven a lograr objetivos externos y así, “tener”, mucho más que “ser”. Cuanto más “necesitemos tener” mejor alimentaremos “la máquina”. La educación actual nos enseña a leer, ¡menos mal! pero no nos enseña a pensar; (es más, casi casi a todo lo contrario; no interesa) nos enseña por supuesto disciplina y a obedecer órdenes, pero no nos enseña a ser autónomos. En la universidad nos enseña a ser profesionales y asalariados pero en ninguna universidad te enseñan a ser emprendedor y mucho menos a “ser persona”. Nos enseñan las competencias necesarias para que podamos seguir avanzando en nuestro desarrollo profesional, bien sea en estudios o en el trabajo, para que podamos “tener un futuro digno” (es decir, tener las “cosas” que se supone “debemos” tener) pero no nos enseña realmente a nada importante; no nos enseñan las verdaderas ciencias de la vida. No nos enseñan a respirar, y así, los problemas de ansiedad van en aumento exponencial; no nos enseñan a sentir, no nos enseñan a “ser conscientes”, no nos enseñan a comunicar; difícilmente nos enseñan a aprender… No nos enseñan a vivir en relación, a ser padres, hijos, hermanos… no nos enseñan a convivir en pareja o en estado de compartir camino, no nos enseñan a morir… entre otras cosas porque tampoco nos han enseñado a vivir. No nos han enseñado a gestionar nuestra vida, porque es preferible que nos dejemos que “nos la gestionen” mediante las adecuadas “recomendaciones”. Nadie nos enseña a ponernos objetivos “vitales” aunque nos “inyectan” hasta la saciedad la necesidad de marcarnos objetivos “profesionales” y “tenenciales” (aquellas cosas que deberemos tener para ser miembros “respetables” de la sociedad). A las personas que van a dirigir equipos, a mandos y directivos,  difícilmente les enseñan a gestionar a sus personas como tales personas sino como máquinas. Así pues, la educación se ha volcado hacia fuera, al desarrollo de competencias para tener o progresar, cualquiera que sea la definición de progresar, pero definitivamente se ha olvidado del “ser” y así tampoco nos han enseñado a ser felices más allá de la ficticia felicidad que puede dar el “tener” que sostiene el loco sistema industrial. “Necesitamos tener” más y más, mejor y mejor (cualquiera que sea la definición de mejor). Compramos sin cesar cosas más y más complicadas que luego no podemos o no sabemos disfrutar; no hemos terminado de aprender a utilizar una cosa cuando ya “ha quedado anticuada” por la siguiente y “hay que cambiarla”. Nos endeudamos hasta lo imposible para “tener” y así nos hipotecamos y nos convertimos en una nueva clase de esclavos… Tener más, trabajar más, prepararse más requiere más y más tiempo, genera más y más ansiedad, más estrés. El poco tiempo de relax lo pasamos inyectándonos lo que quieren colocarnos por la TV para seguir anestesiando y condicionando nuestras mentes… El sistema se ha vuelto utilitarista, olvidándose de la persona en sí. ¿Dónde quedó la consciencia de sí? El “Ser” De lo leído hasta aquí no se derive que pretendo hacer una apología de la revolución, que pretendo “cargarme el sistema” yo solito. Desde luego es obvio que así no vamos a ninguna parte y que el sistema es insostenible pero creo que esa misión queda muy lejos de mis fuerzas… Sin embargo sí puedo incidir en pequeños cambios. Aun inmersos en el sistema en el que vivimos sí que podemos comenzar a “focalizarnos” en el “SER”; comenzar a darnos cuenta de que entre todas las “competencias” de las que nos han ido dotando, nos faltan las fundamentales para “vivir conscientemente” y así, poco a poco, comenzar un proceso transformacional que nos vaya llevando paulatinamente hacia una nueva dimensión personal, sin duda, mucho más satisfactoria, ya que, cuando nos damos cuenta de que “somos” independientemente de lo que “opinen de nosotros” la felicidad pasa a ser un estado interior, no exterior.  Frente a la formación/educación tradicional, que persigue el conocimiento como premio, o en paralelo con ella, la psicagogia propone una mirada al interior, un enfoque en el desarrollo del ser. Para los griegos la psicagogia ya era un trabajo de desarrollo interior per se, sin embargo, actualmente, el concepto está casi abandonado y pocas referencias a él se encuentran en la literatura o cualquier otro medio. Foucault hace referencia a la distinción entre Pedagogía y “Psicagogía” relacionándolas y así nos dice: “Podemos denominar pedagogía a la transmisión de una verdad que tiene por función dotar a un sujeto cualquiera de actitudes, de capacidades, de saberes que antes no poseía y que deberá poseer al final de la relación pedagógica. En consecuencia, se podría denominar Psicagogia a la transmisión de una verdad que no tiene por función dotar a un sujeto de actitudes, de capacidades y de saberes, sino más bien de modificar el modo de ser de ese sujeto. Esta es la aproximación que, sin duda, más nos interesa. Así pues y ante la falta de desarrollo actualizado y apoyándonos en Foucault en AB Minerva Psicólogos hemos pasado a recoger el término y actualizarlo, tomándonos el atrevimiento de definir La Psicagogia, dentro del marco de trabajo que proponemos, como…El conjunto de prácticas y actividades conscientes, que nos llevan a desarrollar habilidades en la construcción de nuestro ser interior pleno, consciente, integrado y feliz. © La Psicagogia, por tanto, no son conocimientos, que se necesitarán, sino actividad, trabajo consciente para que la persona defina y asuma su misión, su verdad, transformándola en su referencia y en un principio de acción permanente (Séneca).  La Psicagogia se dirige a lo más profundo del sujeto para su transformación. Es decir, La Psicagogia, no entrena al individuo para competir, sino para “ser” para vivir en base a su propia verdad, para encontrar su visión, su misión, sus valores más profundos y vivir conscientemente en base a ellos. La Psicagogia incide directamente en el sistema de creencias del sujeto, abriéndolo y limpiándolo de prejuicios… Al final la consciencia de sí se va reflejando en una manera de ser propia que emana a lo largo de cualquier actividad de la vida: el cuidado de sí por el cuerpo, por la alimentación, por el pensamiento consciente, por la percepción, por el sexo… Podría decirse que la Psicagogia entrena en “El arte de vivir conscientemente en base a la propia verdad”. Poner atención en el “Ser”. Poner atención en uno mismo. Sólo uno mismo puede conocerse como tal, y no parece sencillo. En resumen, si queremos realmente “SER” sin “aislarnos” debemos seguir viviendo en sociedad, en relación, por lo que el cuidado de uno mismo implicará, necesariamente, volver también la mirada, de manera consciente, hacia el otro, hacia los demás y hacia nuestra ubicación en el sistema, en el espacio en el que nos situamos. Es un camino fantástico en el que la ayuda de un Psicagogo© puede ser una ayuda fundamental.   ©   J. Diego Carro P sicoingeniero y Psicagogo A B Minerva Psicólogo
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Redefiniendo la Psicagogia para su operativa en Occidente en el Mundo Actual

J. Diego Carro

Aunque hablemos frecuentemente de la nueva era de la comunicación y de la información, en la cultura occidental seguimos inmersos en plena era industrial y, no nos engañemos, la cultura occidental ha llegado a lugares tan “orientales” como China. La era industrial se basa en la producción; si no hay producción literalmente se para la máquina y, por tanto, el empleo y el bienestar tal y como lo entendemos o nos han hecho entender. Esa producción sin medida nos lleva a la necesidad de empujar a las masas al consumo y al marketing. El marketing, utilizando en demasiadas ocasiones de la manera más salvaje y desvergonzada todas las técnicas imaginables de manipulación, ha conseguido hacernos creer que no somos lo que somos, sino lo que los demás piensan de nosotros (o, lo que es peor, lo que pensamos que piensan de nosotros). Hemos llegado a ser lo que el marketing ha querido que seamos. La educación no escapa a esta locura. La educación actual se basa en el desarrollo de competencias; se trata de tener cada vez más competencias, es decir, ser competente para hacer cosas que nos lleven a lograr objetivos externos y así, “tener”, mucho más que “ser”. Cuanto más “necesitemos tener” mejor alimentaremos “la máquina”. La educación actual nos enseña a leer, ¡menos mal! pero no nos enseña a pensar; (es más, casi casi a todo lo contrario; no interesa) nos enseña por supuesto disciplina y a obedecer órdenes, pero no nos enseña a ser autónomos. En la universidad nos enseña a ser profesionales y asalariados pero en ninguna universidad te enseñan a ser emprendedor y mucho menos a “ser persona”. Nos enseñan las competencias necesarias para que podamos seguir avanzando en nuestro desarrollo profesional, bien sea en estudios o en el trabajo, para que podamos “tener un futuro digno” (es decir, tener las “cosas” que se supone “debemos” tener) pero no nos enseña realmente a nada importante; no nos enseñan las verdaderas ciencias de la vida. No nos enseñan a respirar, y así, los problemas de ansiedad van en aumento exponencial; no nos enseñan a sentir, no nos enseñan a “ser conscientes”, no nos enseñan a comunicar; difícilmente nos enseñan a aprender… No nos enseñan a vivir en relación, a ser padres, hijos, hermanos… no nos enseñan a convivir en pareja o en estado de compartir camino, no nos enseñan a morir… entre otras cosas porque tampoco nos han enseñado a vivir. No nos han enseñado a gestionar nuestra vida, porque es preferible que nos dejemos que “nos la gestionen” mediante las adecuadas “recomendaciones”. Nadie nos enseña a ponernos objetivos “vitales” aunque nos “inyectan” hasta la saciedad la necesidad de marcarnos objetivos “profesionales” y “tenenciales” (aquellas cosas que deberemos tener para ser miembros “respetables” de la sociedad). A las personas que van a dirigir equipos, a mandos y directivos,  difícilmente les enseñan a gestionar a sus personas como tales personas sino como máquinas. Así pues, la educación se ha volcado hacia fuera, al desarrollo de competencias para tener o progresar, cualquiera que sea la definición de progresar, pero definitivamente se ha olvidado del “ser” y así tampoco nos han enseñado a ser felices más allá de la ficticia felicidad que puede dar el “tener” que sostiene el loco sistema industrial. “Necesitamos tener” más y más, mejor y mejor (cualquiera que sea la definición de mejor). Compramos sin cesar cosas más y más complicadas que luego no podemos o no sabemos disfrutar; no hemos terminado de aprender a utilizar una cosa cuando ya “ha quedado anticuada” por la siguiente y “hay que cambiarla”. Nos endeudamos hasta lo imposible para “tener” y así nos hipotecamos y nos convertimos en una nueva clase de esclavos… Tener más, trabajar más, prepararse más requiere más y más tiempo, genera más y más ansiedad, más estrés. El poco tiempo de relax lo pasamos inyectándonos lo que quieren colocarnos por la TV para seguir anestesiando y condicionando nuestras mentes… El sistema se ha vuelto utilitarista, olvidándose de la persona en sí. ¿Dónde quedó la consciencia de sí? El “Ser” De lo leído hasta aquí no se derive que pretendo hacer una apología de la revolución, que pretendo “cargarme el sistema” yo solito. Desde luego es obvio que así no vamos a ninguna parte y que el sistema es insostenible pero creo que esa misión queda muy lejos de mis fuerzas… Sin embargo sí puedo incidir en pequeños cambios. Aun inmersos en el sistema en el que vivimos sí que podemos comenzar a “focalizarnos” en el “SER”; comenzar a darnos cuenta de que entre todas las “competencias” de las que nos han ido dotando, nos faltan las fundamentales para “vivir conscientemente” y así, poco a poco, comenzar un proceso transformacional que nos vaya llevando paulatinamente hacia una nueva dimensión personal, sin duda, mucho más satisfactoria, ya que, cuando nos damos cuenta de que “somos” independientemente de lo que “opinen de nosotros” la felicidad pasa a ser un estado interior, no exterior.  Frente a la formación/educación tradicional, que persigue el conocimiento como premio, o en paralelo con ella, la psicagogia propone una mirada al interior, un enfoque en el desarrollo del ser. Para los griegos la psicagogia ya era un trabajo de desarrollo interior per se, sin embargo, actualmente, el concepto está casi abandonado y pocas referencias a él se encuentran en la literatura o cualquier otro medio. Foucault hace referencia a la distinción entre Pedagogía y “Psicagogía” relacionándolas y así nos dice: “Podemos denominar pedagogía a la transmisión de una verdad que tiene por función dotar a un sujeto cualquiera de actitudes, de capacidades, de saberes que antes no poseía y que deberá poseer al final de la relación pedagógica. En consecuencia, se podría denominar Psicagogia a la transmisión de una verdad que no tiene por función dotar a un sujeto de actitudes, de capacidades y de saberes, sino más bien de modificar el modo de ser de ese sujeto. Esta es la aproximación que, sin duda, más nos interesa. Así pues y ante la falta de desarrollo actualizado y apoyándonos en Foucault en AB Minerva Psicólogos hemos pasado a recoger el término y actualizarlo, tomándonos el atrevimiento de definir La Psicagogia, dentro del marco de trabajo que proponemos, como…El conjunto de prácticas y actividades conscientes, que nos llevan a desarrollar habilidades en la construcción de nuestro ser interior pleno, consciente, integrado y feliz. © La Psicagogia, por tanto, no son conocimientos, que se necesitarán, sino actividad, trabajo consciente para que la persona defina y asuma su misión, su verdad, transformándola en su referencia y en un principio de acción permanente (Séneca).  La Psicagogia se dirige a lo más profundo del sujeto para su transformación. Es decir, La Psicagogia, no entrena al individuo para competir, sino para “ser” para vivir en base a su propia verdad, para encontrar su visión, su misión, sus valores más profundos y vivir conscientemente en base a ellos. La Psicagogia incide directamente en el sistema de creencias del sujeto, abriéndolo y limpiándolo de prejuicios… Al final la consciencia de sí se va reflejando en una manera de ser propia que emana a lo largo de cualquier actividad de la vida: el cuidado de sí por el cuerpo, por la alimentación, por el pensamiento consciente, por la percepción, por el sexo… Podría decirse que la Psicagogia entrena en “El arte de vivir conscientemente en base a la propia verdad”. Poner atención en el “Ser”. Poner atención en uno mismo. Sólo uno mismo puede conocerse como tal, y no parece sencillo. En resumen, si queremos realmente “SER” sin “aislarnos” debemos seguir viviendo en sociedad, en relación, por lo que el cuidado de uno mismo implicará, necesariamente, volver también la mirada, de manera consciente, hacia el otro, hacia los demás y hacia nuestra ubicación en el sistema, en el espacio en el que nos situamos. Es un camino fantástico en el que la ayuda de un Psicagogo© puede ser una ayuda fundamental.   ©  J. Diego Carro Psicoingeniero y Psicagogo AB Minerva Psicólogo
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J. Diego Carro

Aunque hablemos frecuentemente de la nueva era de la comunicación y de la información, en la cultura occidental seguimos inmersos en plena era industrial y, no nos engañemos, la cultura occidental ha llegado a lugares tan “orientales” como China. La era industrial se basa en la producción; si no hay producción literalmente se para la máquina y, por tanto, el empleo y el bienestar tal y como lo entendemos o nos han hecho entender. Esa producción sin medida nos lleva a la necesidad de empujar a las masas al consumo y al marketing. El marketing, utilizando en demasiadas ocasiones de la manera más salvaje y desvergonzada todas las técnicas imaginables de manipulación, ha conseguido hacernos creer que no somos lo que somos, sino lo que los demás piensan de nosotros (o, lo que es peor, lo que pensamos que piensan de nosotros). Hemos llegado a ser lo que el marketing ha querido que seamos. La educación no escapa a esta locura. La educación actual se basa en el desarrollo de competencias; se trata de tener cada vez más competencias, es decir, ser competente para hacer cosas que nos lleven a lograr objetivos externos y así, “tener”, mucho más que “ser”. Cuanto más “necesitemos tener” mejor alimentaremos “la máquina”. La educación actual nos enseña a leer, ¡menos mal! pero no nos enseña a pensar; (es más, casi casi a todo lo contrario; no interesa) nos enseña por supuesto disciplina y a obedecer órdenes, pero no nos enseña a ser autónomos. En la universidad nos enseña a ser profesionales y asalariados pero en ninguna universidad te enseñan a ser emprendedor y mucho menos a “ser persona”. Nos enseñan las competencias necesarias para que podamos seguir avanzando en nuestro desarrollo profesional, bien sea en estudios o en el trabajo, para que podamos “tener un futuro digno” (es decir, tener las “cosas” que se supone “debemos” tener) pero no nos enseña realmente a nada importante; no nos enseñan las verdaderas ciencias de la vida. No nos enseñan a respirar, y así, los problemas de ansiedad van en aumento exponencial; no nos enseñan a sentir, no nos enseñan a “ser conscientes”, no nos enseñan a comunicar; difícilmente nos enseñan a aprender… No nos enseñan a vivir en relación, a ser padres, hijos, hermanos… no nos enseñan a convivir en pareja o en estado de compartir camino, no nos enseñan a morir… entre otras cosas porque tampoco nos han enseñado a vivir. No nos han enseñado a gestionar nuestra vida, porque es preferible que nos dejemos que “nos la gestionen” mediante las adecuadas “recomendaciones”. Nadie nos enseña a ponernos objetivos “vitales” aunque nos “inyectan” hasta la saciedad la necesidad de marcarnos objetivos “profesionales” y “tenenciales” (aquellas cosas que deberemos tener para ser miembros “respetables” de la sociedad). A las personas que van a dirigir equipos, a mandos y directivos,  difícilmente les enseñan a gestionar a sus personas como tales personas sino como máquinas. Así pues, la educación se ha volcado hacia fuera, al desarrollo de competencias para tener o progresar, cualquiera que sea la definición de progresar, pero definitivamente se ha olvidado del “ser” y así tampoco nos han enseñado a ser felices más allá de la ficticia felicidad que puede dar el “tener” que sostiene el loco sistema industrial. “Necesitamos tener” más y más, mejor y mejor (cualquiera que sea la definición de mejor). Compramos sin cesar cosas más y más complicadas que luego no podemos o no sabemos disfrutar; no hemos terminado de aprender a utilizar una cosa cuando ya “ha quedado anticuada” por la siguiente y “hay que cambiarla”. Nos endeudamos hasta lo imposible para “tener” y así nos hipotecamos y nos convertimos en una nueva clase de esclavos… Tener más, trabajar más, prepararse más requiere más y más tiempo, genera más y más ansiedad, más estrés. El poco tiempo de relax lo pasamos inyectándonos lo que quieren colocarnos por la TV para seguir anestesiando y condicionando nuestras mentes… El sistema se ha vuelto utilitarista, olvidándose de la persona en sí. ¿Dónde quedó la consciencia de sí? El “Ser” De lo leído hasta aquí no se derive que pretendo hacer una apología de la revolución, que pretendo “cargarme el sistema” yo solito. Desde luego es obvio que así no vamos a ninguna parte y que el sistema es insostenible pero creo que esa misión queda muy lejos de mis fuerzas… Sin embargo sí puedo incidir en pequeños cambios. Aun inmersos en el sistema en el que vivimos sí que podemos comenzar a “focalizarnos” en el “SER”; comenzar a darnos cuenta de que entre todas las “competencias” de las que nos han ido dotando, nos faltan las fundamentales para “vivir conscientemente” y así, poco a poco, comenzar un proceso transformacional que nos vaya llevando paulatinamente hacia una nueva dimensión personal, sin duda, mucho más satisfactoria, ya que, cuando nos damos cuenta de que “somos” independientemente de lo que “opinen de nosotros” la felicidad pasa a ser un estado interior, no exterior.  Frente a la formación/educación tradicional, que persigue el conocimiento como premio, o en paralelo con ella, la psicagogia propone una mirada al interior, un enfoque en el desarrollo del ser. Para los griegos la psicagogia ya era un trabajo de desarrollo interior per se, sin embargo, actualmente, el concepto está casi abandonado y pocas referencias a él se encuentran en la literatura o cualquier otro medio. Foucault hace referencia a la distinción entre Pedagogía y “Psicagogía” relacionándolas y así nos dice: “Podemos denominar pedagogía a la transmisión de una verdad que tiene por función dotar a un sujeto cualquiera de actitudes, de capacidades, de saberes que antes no poseía y que deberá poseer al final de la relación pedagógica. En consecuencia, se podría denominar Psicagogia a la transmisión de una verdad que no tiene por función dotar a un sujeto de actitudes, de capacidades y de saberes, sino más bien de modificar el modo de ser de ese sujeto. Esta es la aproximación que, sin duda, más nos interesa. Así pues y ante la falta de desarrollo actualizado y apoyándonos en Foucault en AB Minerva Psicólogos hemos pasado a recoger el término y actualizarlo, tomándonos el atrevimiento de definir La Psicagogia, dentro del marco de trabajo que proponemos, como…El conjunto de prácticas y actividades conscientes, que nos llevan a desarrollar habilidades en la construcción de nuestro ser interior pleno, consciente, integrado y feliz. © La Psicagogia, por tanto, no son conocimientos, que se necesitarán, sino actividad, trabajo consciente para que la persona defina y asuma su misión, su verdad, transformándola en su referencia y en un principio de acción permanente (Séneca).  La Psicagogia se dirige a lo más profundo del sujeto para su transformación. Es decir, La Psicagogia, no entrena al individuo para competir, sino para “ser” para vivir en base a su propia verdad, para encontrar su visión, su misión, sus valores más profundos y vivir conscientemente en base a ellos. La Psicagogia incide directamente en el sistema de creencias del sujeto, abriéndolo y limpiándolo de prejuicios… Al final la consciencia de sí se va reflejando en una manera de ser propia que emana a lo largo de cualquier actividad de la vida: el cuidado de sí por el cuerpo, por la alimentación, por el pensamiento consciente, por la percepción, por el sexo… Podría decirse que la Psicagogia entrena en “El arte de vivir conscientemente en base a la propia verdad”. Poner atención en el “Ser”. Poner atención en uno mismo. Sólo uno mismo puede conocerse como tal, y no parece sencillo. En resumen, si queremos realmente “SER” sin “aislarnos” debemos seguir viviendo en sociedad, en relación, por lo que el cuidado de uno mismo implicará, necesariamente, volver también la mirada, de manera consciente, hacia el otro, hacia los demás y hacia nuestra ubicación en el sistema, en el espacio en el que nos situamos. 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